http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Aramburu
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Años lentos se publicará simultáneamente en México, Argentina y España en febrero de 2012. El escritor, que reside en Alemania desde 1985, anticipa que la novela podría ser la primera de una serie sobre el País Vasco que conoció de cerca hasta que se marchó.
-Nació en 1959 el mismo año que ETA. En Años lentos habla del papel de los curas de barrio en el origen de aquello.
-Desde pequeño me he confrontado con el fenómeno de ETA. Los curas de barrio de los que hablo, trasunto de otros que he conocido, aprovechaban su poder sobre las conciencias de los vecinos para introducir ciertas semillas políticas que germinaban en determinados chavales. Había una selección previa.
Yo, por ejemplo, no cumplía los requisitos. Empecé a aprender a tocar el txistu pero el cura me retiró del grupo de forma sibilina sugiriendo a mis padres que aprendiese a tocar el tamboril, lo cual era un descenso de categoría. Los que sabían euskera podían aprender a tocar la guitarra.
- ¿La Iglesia es responsable de lo que vino después?
-La responsabilidad de la Iglesia es grande. Hay una tarea de esclarecimiento y de explicación por hacer. La Iglesia tiene una pregunta pendiente que aún no ha respondido, la de su implicación en la ideologización de unos jóvenes que acabarían empuñando las armas.
-¿Cómo eran los sicarios, como se dice aquí en México, de ETA?
-Había dos tipos diferenciados. El primero es el independentista de casa, al que su familia alienta el odio hacia lo español desde pequeño y está imbuido de la idea de que el pueblo vasco es una víctima. Pero hay otro tipo de sicario que es el inmigrante o hijo de inmigrante que trata de integrarse mediante la militancia. Hay muchos, basta con ver la nómina de ETA.
-La novela transcurre en la San Sebastián de los años sesenta. ¿Cómo era entonces?
-Quienes vivíamos en San Sebastián teníamos la ventaja de que en media hora estábamos al otro lado de la frontera y podíamos comprar libros, prensa o música prohibida en España. Era una ciudad con orgullo cosmopolita que mantuvo el festival de cine, inauguró el de jazz... tenía el deseo de ocupar un lugar en el planeta. Luego esto se perdió, sobre todo en la década 1977-1987 y el nacionalismo tuvo una responsabilidad en esa pérdida.
-Al recibir el premio ha dicho que los escritores vascos nos son libres. ¿Por qué?
-No lo son porque están subvencionados, forman parte de la campaña de promoción del idioma. En el País vasco se mantiene la ficción de que existen lectores en euskera y por tanto es necesario el apoyo oficial. La subvención tiene un doble peligro: te permite ser escritor pero sabes que si te sales del camino te pierdes parte del pastel. A Bernardo Atxaga le tengo un gran afecto, es una excelente persona, pero ha tocado el tema de ETA de manera metafórica, sin nombrar lo evidente: el sufrimiento y la sangre. No es un hombre libre y trata de complacer a unos y a otros.
-Amores lentos coincide con el final de lucha armada anunciado por ETA.
-ETA es una organización creada para ejercer la violencia. Esa violencia perdura aunque no actúe. Ahora se nos pide que tengamos confianza en personas que han matado a 800 seres humanos, a lo cual me niego. ETA no se disuelve porque es su única carta para presionar por la liberación de los reclusos. Disolución a cambio de presos es la clave del final.
-¿Cree necesario una especie de proceso de desnazificación en el País Vasco?
-Sería útil, pero difícil porque primero hay que derrotar a ETA y eso aún no ha ocurrido. Ahora parece que la izquierda abertxale quiere participar en el juego democrático, lo que es un paso en esa desnazificación.
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