DISCURSO AL X CONGRESO DE LA CONFEDERACIÓN EUROPEA DE AA. AA. DE JESUITAS Pedro Arrupe, S.J. Valencia, 1973
¿Os hemos educado para la justicia? ¿Estáis vosotros educados para la justicia? . Respondo. Si al término "justicia", y si a la expresión "educación para la justicia" le damos toda la profundidad de que hoy la ha dotado la Iglesia, creo que tenemos que responder los jesuitas con toda humildad que no; que no os hemos educado para la justicia, tal como hoy Dios lo exige de nosotros. Y creo que puedo pediros también a vosotros la humildad de responder igualmente que no; que no estáis educados para la justicia y que tenéis que completar la educación recibida. ...
Actitudes generales para promover el cambio.
Primera: un decidido propósito de darle un tono de mucha mayor sencillez a nuestra vida individual, familiar, social y colectiva, frenando así la espiral del lujo y la de la competividad social. Fiestas, regalos, trajes, joyas podrían ser el objeto de drásticas reducciones, que no sólo permitirían prescindir de ciertas fuentes de ingresos (quizás no tan limpias) o de reorientarlas generosamente hacia los demás, sino que sobre todo actuarían como gestos simbólicos de tremenda eficacia social.
Segunda: decidido propósito no sólo de no participar en ningún lucro de origen claramente injusto, sino incluso de ir disminuyendo la propia participación en los beneficios de una estructura económico y social, injustamente organizada a favor de los más poderosos. No se trata ya de disminuir los gastos, sino, mucho más radicalmente, de disminuir los ingresos basados en estructuras injustas. Ello nos obliga de nuevo a marchar a contracorriente. En vez de tender a afianzar cada vez más nuestra posición de privilegio, hemos de ir debilitándola a favor de los menos favorecidos. En el seno de las Asociaciones de Antiguos Alumnos se deberían hacer serios y sinceros análisis para determinar en qué casos y hasta qué punto la participación en el producto social de los mejor situados (dueños de grandes capitales, grandes industriales y financieros, profesionales bien instalados, etc.) no supera lo que debería ser, si la estructura fuese más justa. Yo os pediría que no os excluyáis demasiado rápidamente de este planteamiento; estoy convencido de que toda persona de cierta posición social se ve afectado por él, aunque sea, sólo en en algunos aspectos, y aunque, respecto a grupos todavía más favorecidos, resulte injustamente discriminado. Pero no olvidemos que el punto decisivo de referencia son los verdaderamente pobres en nuestros países y en el tercer mundo.
La tercera actitud está muy conectada con la anterior. Tal vez sea posible reducirlos gastos y llevar, una vida: mucho más sencilla, sin chocar demasiado con la sociedad, aunque en el fondo la desagrade nuestra actitud y por ello precisamente le haga bien pero si lo, que pretendemos es reducir nuestros ingresos, en cuanto que ellos nos vienen de nuestra participación en una estructura injusta, ello no es posible hacerlo sin transformar la misma estructura. Entonces es inevitable, que los que se sientan con nosotros desplazados de sus puestos de privilegio adopten una actitud de defensa y contra ataque. Un recurso demasiado fácil sería la renuncia a todo puesto de influjo. En algún caso el procedimiento puede ser conveniente, pero de ordinario sólo serviría para entregar el mundo entero en manos de los más egoístas. Aquí precisamente es donde radica la dificultad de la lucha por la justicia y la aludida necesidad de mediaciones. Pero aquí también podríamos hacemos mutuamente luz en el seno de las Asociaciones de Antiguos Alumnos. Deberíamos contar para ello con nuestros Antiguos Alumnos pertenecientes a la clase obrera. Si bien el enfoque de esta segunda parte de mi conferencia se ha movido en otras perspectivas, no conviene olvidar que los principales agentes de transformación y de cambio han de ser los más oprimidos, de los que los más privilegiados, al asumir su causa, son simples colaboradores instalados en los puntos de control de la estructura que se pretende cambiar.
Nota de un amigo:
La tercera actitud está muy conectada con la anterior. Tal vez sea posible reducirlos gastos y llevar, una vida: mucho más sencilla, sin chocar demasiado con la sociedad, aunque en el fondo la desagrade nuestra actitud y por ello precisamente le haga bien pero si lo, que pretendemos es reducir nuestros ingresos, en cuanto que ellos nos vienen de nuestra participación en una estructura injusta, ello no es posible hacerlo sin transformar la misma estructura. Entonces es inevitable, que los que se sientan con nosotros desplazados de sus puestos de privilegio adopten una actitud de defensa y contra ataque. Un recurso demasiado fácil sería la renuncia a todo puesto de influjo. En algún caso el procedimiento puede ser conveniente, pero de ordinario sólo serviría para entregar el mundo entero en manos de los más egoístas. Aquí precisamente es donde radica la dificultad de la lucha por la justicia y la aludida necesidad de mediaciones. Pero aquí también podríamos hacemos mutuamente luz en el seno de las Asociaciones de Antiguos Alumnos. Deberíamos contar para ello con nuestros Antiguos Alumnos pertenecientes a la clase obrera. Si bien el enfoque de esta segunda parte de mi conferencia se ha movido en otras perspectivas, no conviene olvidar que los principales agentes de transformación y de cambio han de ser los más oprimidos, de los que los más privilegiados, al asumir su causa, son simples colaboradores instalados en los puntos de control de la estructura que se pretende cambiar.
Nota de un amigo:
Debo decir que desgraciadamente sigue de plena actualidad este discurso y si en el mundo se hubieran seguido esas simples pero sabias actitudes generales para promover el cambio, hoy no estaríamos sumidos en la tremenda crisis económica en la que estamos que es consecuencia de la absoluta falta de valores y triunfo del relativismo materialista y egoísta que impera en nuestra sociedad actual.
Un ejemplo de lo que digo es la cantidad de empresas que lanzan su Código Ético, gastando tiempo y dinero para redactarlo y “formar” a sus empleados desde el Consejero Delegado hasta el último operario en dicho Código; pues resulta que Moisés ya nos dio sus Tablas de los Diez Mandamientos que se bastan y sobran para construir y mantener una sociedad justa.
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