http://www.mounier.es/cuadernos/Zubiri.pdf
(ver página 30 del pdf de Ildefonso Murillo de "Persona humana y realidad en Xavier Zubiri" en* http://www.mounier.es/cuadernos/Zubiri.pdf)
(ver página 30 del pdf de Ildefonso Murillo de "Persona humana y realidad en Xavier Zubiri" en* http://www.mounier.es/cuadernos/Zubiri.pdf)
El hombre como luz de /as cosas (publicado en 1933 por Xavier Zubiri )
De esta
suerte, tal vez ha llegado la hora en que una tercera metáfora, también antigua,
imponga, no sabemos por cuánto tiempo, su feliz tiranía.
No se trata de considerar la existencia humana ni como un trozo del universo, ni tan siquiera como una envolvente virtual de él, sino que la existencia humana no tiene más misión intelectual que la de alumbrar el ser del universo; no consistiría el hombre en ser un trozo del universo, ni en ser su envolvente, sino simplemente en ser la auténtica, la verdadera luz de las cosas.
Por tanto, lo que ellas son, no lo son más que a la luz de esa existencia humana. Lo que (según esta tercera metáfora) se 'constituye' en la luz no son las cosas, sino su ser; no lo que es, sino el que sea; pero, recíprocamente, esa luz ilumina, funda, el ser de ellas, de las cosas, no del yo, no las hace trozos míos.
Hace tan sólo que 'sean'; en phóti, en la luz, decían Aristóteles y Platón, es donde adquieren actualmente su ser verdadero las cosas.
Pero lo grave del caso está en que toda luz necesita un foco luminoso, y el ser de la luz no consiste, en definitiva, sino en la presencia del foco luminoso en la cosa iluminada.
¿De dónde arranca, en qué consiste, en última instancia, la última razón de la existencia humana como luz de las cosas? No quisiera responder a esta pregunta, sino simplemente dejarla planteada, y dejarla planteada para, con ella, haber indicado que el primer problema de la Filosofía, el último, mejor dicho, de sus problemas, no es la pregunta griega: ¿Qué es el ser?, sino algo, como Platón decía, que está más allá del ser.
No se trata de considerar la existencia humana ni como un trozo del universo, ni tan siquiera como una envolvente virtual de él, sino que la existencia humana no tiene más misión intelectual que la de alumbrar el ser del universo; no consistiría el hombre en ser un trozo del universo, ni en ser su envolvente, sino simplemente en ser la auténtica, la verdadera luz de las cosas.
Por tanto, lo que ellas son, no lo son más que a la luz de esa existencia humana. Lo que (según esta tercera metáfora) se 'constituye' en la luz no son las cosas, sino su ser; no lo que es, sino el que sea; pero, recíprocamente, esa luz ilumina, funda, el ser de ellas, de las cosas, no del yo, no las hace trozos míos.
Hace tan sólo que 'sean'; en phóti, en la luz, decían Aristóteles y Platón, es donde adquieren actualmente su ser verdadero las cosas.
Pero lo grave del caso está en que toda luz necesita un foco luminoso, y el ser de la luz no consiste, en definitiva, sino en la presencia del foco luminoso en la cosa iluminada.
¿De dónde arranca, en qué consiste, en última instancia, la última razón de la existencia humana como luz de las cosas? No quisiera responder a esta pregunta, sino simplemente dejarla planteada, y dejarla planteada para, con ella, haber indicado que el primer problema de la Filosofía, el último, mejor dicho, de sus problemas, no es la pregunta griega: ¿Qué es el ser?, sino algo, como Platón decía, que está más allá del ser.