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Autor/a: | Diego Martínez Barrio - Emilio Mola Vidal | |
Lugar: | Madrid - Pamplona | |
Fecha: | Madrugada del 19/07/1936 | |
Asunto: | Diego Martínez Barrio, presidente del Gobierno, recibe el encargo de Manuel Azaña, presidente de la República, de alcanzar un acuerdo que acabe con el riesgo de una guerra civil, incluso ofreciendo carteras ministeriales a militares comprometidos. Para ello, Martínez Barrio, telefonea al General Mola, gobernador militar de Navarra. Tras la llamada y, al comprobar la imposibilidad de un pacto, Martínez Barrio presenta la dimisión ese mismo día. |
Martínez Barrio: Saludo a usted, general. Soy Martínez Barrio.
General Mola: ¿Don Diego Martínez Barrio? Le escucho respetuosamente.
General Mola: ¿Don Diego Martínez Barrio? Le escucho respetuosamente.
MB: General, he sido encargado de formar Gobierno. Y he aceptado. Al hacerlo me mueve una sola consideración: la de evitar los horrores de la guerra civil, que ha empezado a desencadenarse. Usted, por su historia y por su posición, puede contribuir a esta tarea. Desconozco las ideas políticas de los generales, entre ellos usted, que están el frente del Ejército. Supongo que por encima de todo otro estímulo colocan su amor a España y el cumplimiento de su deber militar. En esta confianza me dirijo a usted, para excitarle que la tropa a sus órdenes se sostenga dentro de la más estricta disciplina y bajo la obediencia de mi Gobierno.
GM: Agradezco a usted mucho, señor Martínez Barrio, las palabras lisonjeras e inmerecidas que le inspiran mi condición y mis servicios. Con la cortesía y nobleza con que usted me habla voy a contestarle. El Gobierno que usted tiene el encargo de formar no pasará de intento; si llega a constituirse, durará poco; y antes que de remedio, habrá servido para empeorar la situación.
MB: Habría de tener las mismas desconfianzas que usted, que no las tengo, y la conveniencia general me impondría el deber de aceptar la tarea. Lo que pido a todos es que como yo cumplo con el mío, cumplan con el suyo. España quiere tranquilidad, orden, concordia. Pasadas que sean las horas de fiebre, el país agradecerá a sus hombres representativos que le hayan evitado un largo periodo de horror.
GM: No lo dudo. Pero yo veo el porvenir de distinta manera. Con el Frente Popular vigente, con los partidos activos, con las Cortes abiertas, no hay, no puede haber, no habrá gobierno alguno capaz de restablecer la paz social, de garantizar el orden público, de reintegrar a España su tranquilidad.
MB: Con las Cortes abiertas y el funcionamiento normal de todas las instituciones de la República estoy yo dispuesto a conseguir lo que usted cree imposible. Pero el intento necesita de la obediencia de los cuerpos armados. Ésa es la que pido, antes de ser poder, y la que impondré e intentaré imponer cuando sea. Espero que en este camino no me falte su concurso.
GM: No, no es posible, señor Martínez Barrio.
MB: ¿Mide usted bien la responsabilidad que contrae?
GM: Sí, pero ya no me puedo volver atrás. Estoy a las órdenes de mi general, don Francisco Franco, y me debo los bravos navarros que se han colocado a mi servicio. Si quisiera hacer otra cosa, me matarían. Claro que no es la muerte lo que me arredra, sino la ineficacia del nuevo gesto y mi convicción. Es tarde, muy tarde.
MB: No insisto más. Lamento su conducta, que tantos males ha de acarrear a la patria y tan pocos laureles a su fama.
GM: ¡Qué le vamos a hacer! Es tarde, muy tarde.
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