Existe, sí, Señor, no nos estafes! Acepto Tu silencio, mientras vivo,
Con tal de que el primer tic tac, ya muerto, Me revele tu clave y tu semblante.
El ansia de saberte me atenaza. ¡Oh, Tú, mi Dios, artífice del mundo,
Incógnito perfil, cuerpo sin línea...! ¿En qué estrella plantaste tu Versalles?
¿Qué miríadas de soles te dan guardia Y qué músicas encuadran su relevo?
Clavándome en espinas de planetas, Con mis desnudos pies subir quisiera,
Al umbral de tu alcázar de jazmines, De donde impartes luz perennemente.
Porque es Dios lo que exijo que Tú seas , No un caudillo de pobres, ni un filósofo,
Ni un hombre nada más, previo a mi imagen, A mis mismas miserias sometido,
Con mi misma osamenta, veinte dedos, Mis vértebras de calcio y mis molares,
No sirvo a otros iguales, a Tí sirvo, A condición, Señor, de Tu grandeza,
De Tu impar majestad, de Tu alto bordo, De Tu domino omnímodo en galaxias
Que esperan a rodar por los espacios Tu cuerda de peón, la orden suprema,
De tu inaudible voz emperadora Yo te quiero, Señor de los Ejércitos,
Derrocador de Belcebús, Satanes, Hidras de mil cabeza venenosas,
Y dragones de cólera y blasfemias, Y no pastor de azul y purpurina.
Bendiciendo con mano enharinada La sollozante gleba de tus fieles.
¡Existe, Tú, oh Señor, no nos estafes! Sé Tú, en efecto, tal como dijiste
La salud y la vida para el hombre, No una sombra, ni un sueño, ni una nube,
Sé el germen y sé el fin, alfa y omega, Y déjanos, Señor cuando lleguemos,
En la hora postrera hasta Tus lindes, Albergue hallar en tus vecinas tiendas,
Mira Tú, bien Señor, que dos mil años Llevamos propagando tu memoria.
Dos mil años de preces, y de exvotos Ofrendas, disciplinas y promesas;
Dos mil años oyendo misas de alba, Buscándote en el rayo y en el trueno,
Llamándote en la crisis y en la angustia, Y poniendo tu nombre por testigo.
La Cruz enseñorea Tu planeta, Ya en barro hecha, en oro o pedrería,
Marca la intersección de los caminos Y brilla en las sombrías catedrales,
Tiembla en el pecho de los que en Tí creen Y se alza en el incienso y los violines.
Te hemos buscado al iniciarse el día , Cayendo en agua sobre nuestras frentes,
Y en óleos para abrir la tenue lámina Que nos lleve a Tu reino de azahares,
Hemos muerto por Tí, por defenderte, Por propagar tu Ley siglo tras siglo,
Mar allende, frontera tras frontera, Con la certeza de que nos aguardas,
pasado el estertor, la última lágrima, Centro de un abanico prodigioso
De esmeraldas y de polifonías. ¡Oh, qué cósmico fraude, qué atroz burla,
Sería si faltases a ese encuentro Y no estuvieses Tú, red protectora,
para acoger mi cuerpo en su caída! ¡Oh, existe, sí, Señor, yo te lo pido!
Mi corazón, mejor que el del ateo, Tállalo Tú, Señor, con más cuidado
E insúflame la fe vivificante Que cure mis zozobras, mis pavores,
Y el coraje me dé que ahora me falta Y así alegre he de ir bajo Tu enseña,
A fundirme en la hora indomable, Seguro de que existes, de que existes.
LIBRO DE JOSÉ MARÍA GIRONELLA :
100 ESPAÑOLES Y DIOS (Joaquín Calvo Sotelo, PÁGINAS 113-115; Año 1969)
(Por cierto, conseguí ese libro en una Librería de "La Cuesta de Moyano" de Madrid el 15.06.11 por 1 €)
(Por cierto, conseguí ese libro en una Librería de "La Cuesta de Moyano" de Madrid el 15.06.11 por 1 €)
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