Reflexión de "Johann Gottlieb Fichte" sobre EL DESTINO DEL HOMBRE
(página 122-123 del libro de la colección Austral)
Aun en el interior de los Estados donde los hombres parecen unidos ante la ley en una santa igualdad, la astucia y la fuerza dominan, disfrazadas bajo el honorable nombre de la ley; allí la guerra es tanto más cruel cuanto que no se declara sinceramente, y la misma victima no puede ostentar el derecho de defenderse contra una injusta agresión.
Pequeños grupos regocíjanse de la ignorancia, estupidez, del vicio y de la miseria en que yacen sumidas las grandes muchedumbres de sus semejantes, y lo hacen conscientemente, con el fin de apoyarse en ella y mantenerlos perpetuamente en la esclavitud, para perjudicar a aquellos mismos que debían iluminar y mejorar.
No puede ser concebido un proyecto de mejora o plan de perfeccionamiento, cualquiera que sea , que no ponga en conmoción multitud de intereses egoístas y variados, los cuales concitarán contra él , por todos los medios imaginables, la más cruda guerra.
El bueno es siempre el más débil, pues su candor le hace buscar el aprecio de los demás por sus buenas acciones , por sus méritos propios.
El malo trata de seducir a los demás con las promesas que más puedan halagarles, y los oligarcas, en guerra perpetua entre sí forman alianzas en cuanto vislumbran al bueno, para unir contra él todos los medios de corrupción de que disponen.
Sin embargo, apenas se necesita esa coalición de los malos, pues los mismos (buenos) elegidos pronto se hacen oposición unos a otros por efecto de la desunión, de la desconfianza o del error, o de un secreto amor propio; y esta oposición es tanto más viva, cuanto más seriamente cree uno de ellos, por su parte, que su proyecto es el mejor, y cuanta más fe pone en su realización, derrochando de este modo una fuerza en combatirse mutuamente, que, reunida contra el enemigo común, podría llevarlos a la victoria.
El uno moteja al otro de que, por su impaciencia tumultuosa, todo lo precipita, y no sabe esperar hasta haber preparado las condiciones de éxito; mientras que el otro inculpa al primero su timidez y pereza por llevar a cabo lo que tiene por bueno, dejándolo todo como está, y que nunca llega para él la hora de acción; y solo el Omnisciente podría decir cual de los dos está en lo cierto.
Como cada uno de ellos considera el plan de cuya necesidad está convencido , y, en cuya ejecución ha puesto más estudio, por el más importante e interesante, por el punto del cual han de partir todas las demás mejoras, exhorta a todos los buenos a que se unan con él y coadyuven a la realización de su proyecto, y tiene por traidores a la buena causa a los que no le prestan su concurso; por su parte estos le hacen los mismos reproches , y le acusan de la misma traición si no los secunda.
De este modo parecen destinados todos lo buenos propósitos a malograrse entre los hombres , a consumirse en vanos y estériles esfuerzos, sin dejar huella tras de sí.
Sin embargo, bien o mal todo camina como podría caminar sin estos esfuerzos, impulsado por el ciego mecanismo de las fuerzas naturales y así proseguirá eternamente.
¿Eternamente? Jamás; de lo contrario el destino humano sería un vano juego sin finalidad alguna.
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