Una economía productiva y competitiva es aquella que asigna capital correctamente y de forma sistemática. Alemania es un ejemplo de esta tipología de economía. Ellos también importan textil y calzado procedente de China pero la diferencia respecto a otros países está en que ellos exportan otros bienes de alto valor añadido que les permiten generar valor y con ello acumular ahorro que les servirá nuevamente para asignar este nuevo capital en una nueva búsqueda de valor. El trinomio capital-formación-tecnología está gravado a fuego en la mentalidad alemana. Pensemos en una de esas marcas de coches alemanes. Ciertamente, otros pueden copiar sus nuevos motores, su nueva tecnología, pero para cuando quieran producirlos a gran escala, los ingenieros alemanes altamente formados y con altas capacidades habrán terminado de transformar el capital, que honrados y competentes directivos pusieron en sus manos, en nueva tecnología, en nuevos motores deseados por consumidores globales, que no quieren un coche, que lo que quieren es uno de esos coches de tecnología alemana. No hay quien pueda luchar contra esto. Sin duda este es el camino de una economía próspera capitalista, fundamentada en una sociedad constituida por seres humanos altamente formados y cualificados (no olvidemos la educación) y en empresas capitaneadas por estos últimos capaces de crear valor a partir de la competitividad- tecnológica orientada al consumidor global (pocas cosas hay más absurdas que una estúpida frontera).
Esto además permitirá a estas empresas funcionar con el propio valor/ahorro que generan, es decir, siendo empresas libres y escasamente dependientes de la banca y escasamente dependientes de sus mercados originarios delimitados por las citadas estúpidas fronteras.Si alguien crece en el planeta tierra (emergentes) allí están los alemanes.
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Otra tipología de economía son aquellas permanentemente estancadas que no asignan correctamente su propio capital o simplemente no disponen de él. Hay múltiples ejemplos de este tipo.
Una tercera tipología, son aquellas economías que no sólo asignan de forma defectuosa su propio capital, además han dilapidado toneladas de capital no propio, es decir, capital prestado o ajeno. Un ejemplo lo tenemos en casa, España. De todos es conocida la orgía de cemento y ladrillo de la década 1997/2007 que nos ha llevado a un oscuro callejón con salida, pero muy lejana. El problema no es sólo tener enterrado todo ese capital en solares y ladrillos, lo peor es que buena parte de ese capital nos lo han prestado y ahora tenemos una estructura productiva en decadencia, ya no hay casas que construir, y por tanto lo poco que somos capaces de generar lo tendremos que destinar para afrontar estas deudas y dispondremos de muy escaso capital para construir una economía con aspecto alemán (¿la banca va a prestar más?, es imposible). Esto es lo que algunos llaman cambiar el modelo productivo que no es más que aprender a asignar el capital disponible, pero ahora va a ser mucho más difícil por su extrema escasez. El camino va a ser largo y doloroso.
Ciertamente, este callejón ha sido responsabilidad de todos, aunque son los grandes asignadores de capital los que han fallado estrepitosamente. España sigue siendo un país de contrastes. Afortunadamente hay excelentes asignadores de capital en España, el problema es que hay muchos más de los otros. Hay gestores de Instituciones de inversión colectiva en España de lo mejor a nivel global, hay empresas multinacionales y alguna Entidad financiera líderes mundiales en sus sectores de actividad. Sin duda su buen hacer lo reflejará el valor de sus negocios. El mercado premiará la correcta asignación del capital que han dispuesto. Esto es ley del capitalismo, los que asignan bien tendrán su recompensa, los que asignan mal,…
¿Qué pasa con los que han asignado mal? ¿Qué pasa con los que nos han metido en este callejón de difícil salida?. Teóricamente deberían asumir su responsabilidad como incompetentes gestores de capital y ser sustituidos por aquellos que han demostrado hacerlo mucho mejor. Permitir que las cosas sigan como están sería un error que no nos podemos permitir. Las alfombras y los armarios de demasiadas Entidades financieras están repletos de cadáveres que antes o después habrá que enterrar definitivamente con más capital, afrontando así las verdaderas pérdidas. Es un alivio esperanzador empezar a ver caras nuevas, nuevos asignadores al frente de las nuevas Entidades financieras que se están configurando, pero es decepcionante y “mosqueante” comprobar como los responsables del naufragio siguen también, en segundo plano, pero siguen.
Las consecuencias de las malas decisiones en la asignación de capital pueden llegar a ser muy dolorosas para muchas personas. Conviene no olvidarlo y ser consciente del valor de cada euro que pasa por nuestras manos. Lo que es totalmente inaceptable es que las citadas pérdidas que antes o después aflorarán y que están “escondidas” se van a saldar con dinero público, es decir, errores privados serán asumidos una vez más por las espaldas de todos.
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