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miércoles, 9 de febrero de 2011

La Nueva Ponderosa @ Copyleft fernando de cos

El Virginiano matizó sus últimas palabras:
- "Yo no digo que los hijos del viejo Benn sean unos inútiles (goods for nothing), lo que digo es que la Ponderosa no es la que era antes" dijo él.
Los vaqueros asintieron ante tanta sabiduría y conocimiento. Aún recordaban los viejos tiempos de Benn Carwait, con su infalible sistema del "lo siento mucho muchacho, aquí hay mucho trabajo y sólo te puedo dar comida y alojamiento a cambio de trabajo".
Fueron tiempos duros y sólo los duros se abrían camino. La Ley y el Orden iban al mismo paso, el que marcaba Benn; para bien o para mal; el que se imponía mediante su implacable colt "el pacificador".
- "Esto da asco, cada uno va a lo suyo y a nadie le importa un comino lo de los demás. Nadie hace lo que hay que hacer. Todos son chanchullos de sinvergüenzas malnacidos. Menudo ganado humano hay ahora. Este pueblo se pierde. En todo hay más trampas que coyotes en la pradera. Esto es el acabose", prosiguió imperturbable el entristecido Virginiano.
Ciertamente la Ponderosa era una sombra de su grandioso pasado ya fenecido y periclitado. El paso del tiempo no había transcurrido en vano. Lejanos estaban los tiempos cuando en toda la comarca eran respetados y temidos los hombres del río Ponde. Cuando a un capataz del viejo Benn se le obedecía, y se hacía lo que él decía, sin preguntas, sin quejarse. Ahora, las rencillas eran moneda corriente entre ganaderos, ovejeros y labriegos; tras la muerte del viejo Benn, no había quien pretendiera dictar la paz entre los numerosos querellantes. Todos eran juez y parte interesada. Las normas se saltaban muy fácilmente.
- "Antes, el juego y la bebida no acampaban en la pradera, sólo se toleraba en contadas ocasiones los días de fiesta en el ´Saloon´ de Ponde City. Esto es inaudito. ¿Es qué no hay lo que se tiene que tener?. Los dados y el whisky están haciéndonos más daño que los salvajes pieles rojas con sus sanguinarios tomajauks en la batalla de "Little Rosa"   (encarnizada batalla en la que nos enfrentamos a los indios bajo el mando del coronel Benn) dijo otra vez, con nostalgia, el Virginiano.
Un joven vaquero denominado Texas, borracho e insolente, sucio y maleducado, cansado de oír las verdades del barquero, irrumpió:
- "Basta ya de peroratas y paparruchas. Te preocupas demasiado por los demás. ¿No tiene nada mejor que hacer?. Le sugiero que se meta en sus asuntos. ¿Por qué no te ocupas de lo tuyo?. Busca una buena mujer y no te metas en líos" dijo Texas.
Este vaquero bisoño era el prototipo de los buscadores de oro del río Pondo, cuyo único afán en la vida era encontrar unas pepitas de oro y emborracharse. El oro y el whisky eran sus principales obsesiones. Su vida era indigna a todas luces.
- "Jovencito, tú no habías nacido cuando yo domaba potros en la pradera y marcaba reses con la ´B´ del viejo Benn. Así que escucha este consejo que te doy gratis: Oye a tus mayores y sigue sus sabios consejos. En cuanto a las mujeres, muchachito, has de saber que hay que ser más hombre de lo que tú te crees para estar a su altura. Pero tú de esas cosas no sabes nada, agarrado como estás a la botella. Beber no es la solución. Yo no he destruido mi vida con la bebida", dijo el Virginiano, cargado de razón.
Frunciendo el entrecejo, Texas, obnubilado por los vapores del alcohol y con su insolencia habitual, farfulló:
- "Basta ya de monsergas. Las mujeres tienen secretos, el cielo es azul, ¿y a quién le importa?. Basta ya de hablar de mujeres. Veremos quien de los dos es el más rápido al Oeste del Pecos. Dejemos que hablen las armas por nosotros", dijo Texas con voz bronca y embriagada.
Poco a poco, los vaqueros allí presentes comenzaron a dispersarse. El miedo se percibía en el aire; una bala perdida podría  ser fatal. La calle Mayor, en un abrir y cerrar de ojos, quedó silenciosa, polvorienta (como siempre) y solitaria.
El Virginiano y Texas dispararon al unísono, pero la mala puntería de Texas y la profesionalidad del Virginiano hicieron el resto, dejando paso entre los revólveres humeantes a un cuerpo tendido tieso en el suelo. Texas no volvería a levantarse jamás. Sus fanfarronadas le habían colocado en el camino del cementerio al no respetar el sagrado código del Oeste: "Respeta a tus mayores y sigue tu camino". El Virginiano alzado sobre sus pies, con su calma habitual, enfundó su sereno colt del 46; se dirigió al grupo de vaqueros que rodeaban al extinto miserable Texas y les habló de esta manera:
- "Todos lo habéis visto. No tenía elección. No tuve más remedio. Lo he matado en defensa propia. No era más que un maleducado al que le ha llegado su hora, por su maldita insolencia. Lo que ha ocurrido tenía que ocurrir, no podía hacer otra cosa. No lamento nada de lo que he hecho. He hecho lo que debía. !Enterradlo!, !Qué sea un ejemplo para todos!" finalizó el Virginiano.

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