"Los filósofos que han especulado sobre el significado de la vida y sobre el destino del hombre, se han dado bastante cuenta de que la naturaleza se ha tomado el trabajo de informarnos sobre ello. Con una señal precisa nos advierte que se ha alcanzado nuestro destino. Esa señal es la alegría. Digo la alegría, y no el placer. El placer es sólo un artificio imaginado por la naturaleza para obtener del ser vivo la consecución de la vida, no indica la dirección hacia la que está lanzada la vida. Pero la alegría siempre indica que la vida ha triunfado, que ha ganado terreno , que ha conseguido una victoria. Toda gran alegría tiene un acento triunfal. Si tenemos en cuenta es indicación y seguimos esa nueva línea de hechos, hallamos que donde quiera que hay alegría hay creación; cuanto más rica es la creación más profunda es la alegría. La madre que contempla a su hijo se siente gozosa por que tiene conciencia de haberlo creado psíquica y moralmente. El comerciante que desarrolla sus negocios, el jefe de fábrica que ve prosperar su industria, ¿se siente acaso gozoso por el dinero que gana y por la fama que adquiere? Riqueza y consideración cuentan evidentemente en la satisfacción que siente, pero le proporcionan placeres más bien que alegría, y lo que saborea con auténtica alegría es el sentimiento de haber montado una empresa que marcha, de haber hecho que algo surja a la vida.
Considerad unas alegrías excepcionales como la del artista que ha realizado su pensamiento y la del científico que ha descubierto o pensado algo. Oiréis decir que esos hombres trabajan por la gloría y que su más viva alegría la produce la admiración que se les tributa. ¡Gran error! Uno se aferra al elogio y a los hombres en la exacta medida en que no se está seguro de haber triunfado. En el fondo de la vanidad hay modestia. Se busca la aprobación para obtener seguridad, y para sostener la vitalidad quizá insuficiente de la propia obra es para lo que se quisiera rodear a ésta de la cálida admiración de los hombres, del mismo modo que se enrolla en algodón al niño prematuro, nacido antes de tiempo.
Mas el que está seguro, completamente seguro, de haber producido una obra viable y duradera, para ese no cuenta en nada el elogio, y se siente por encima de la gloria, porque es creador y lo sabe, y porque la alegría que por ello experimenta es una alegría divina.
Por lo tanto, si en todos los dominios, el triunfo de la vida es la creación, ¿no debemos suponer que la vida humana tiene su razón de ser en una creación que, a diferencia de la del artista y de la del científico, prosigue en todo momento y en todos los hombres?.
Es la creación de sí mismo por uno mismo, el crecimiento de la personalidad mediante un esfuerzo que saca lo mucho de lo poco, que saca algo de la nada, añadiendo sin cesar algo a la riqueza que había en el mundo".
(Henri Bergson, páginas 33, 34 y 35 de su Libro "La Energía Espiritual" en la Colección Austral)
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