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sábado, 25 de diciembre de 2010

KANT NOS ORIENTA SOBRE LOS DEBERES DE LOS HOMBRES (SUICIDA, MENTIROSO, CÓMODO E INSOLIDARIO)

KANT NOS ORIENTA SOBRE LOS DEBERES DE LOS HOMBRES (AHORA, ES UNA ÉPOCA EN LA QUE SE HABLA MUCHO DE DERECHOS)
                   SOBRE EL DEBER DEL HOMBRE EN LA POSICIÓN Y SITUACIÓN DEL HOMBRE SUICIDA/DESESPERADO
                                             EN LA POSICIÓN Y SITUACIÓN DEL HOMBRE MENTIROSO/TRAMPOSO
                                      EN LA POSICIÓN Y SITUACIÓN DEL HOMBRE CÓMODO/PEREZOSO
                                      EN LA POSICIÓN Y SITUACIÓN DEL HOMBRE INSOLIDARIO/EGOÍSTA



     (Páginas 93, 94 y 95 de la colección azul austral de Espasa Calpe) 
Por consiguiente, sólo hay único imperativo categórico, y dice así: 
obra sólo según aquella máxima tal que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal.
...
Vamos ahora a enumerar algunos deberes, ....
1.º Un hombre que por una serie de desgracias rayanas en la desesperación, siente despego de la vida, tiene aún suficiente razón para preguntarse si no será contrario al deber para consigo mismo el quitarse la vida.
 Pruebe a ver si la máxima de su acción puede convertirse en ley universal de la naturaleza. Su máxima es: me hago por egoísmo, el principio de abreviar mi vida cuando ésta, a la larga, me ofrezca más males que bienes.
Se trata ahora de saber si tal principio del egoísmo puede ser una ley universal de la naturaleza. Pero pronto se ve que una naturaleza cuya ley fuese destruir la vida misma, mediante el mismo impulso encargado de conservarla sería, sin duda alguna, una naturaleza contradictoria y no podría subsistir.
Por lo tanto, aquella máxima no puede realizarse como ley natural universal y, por consiguiente, contradice por completo al principio supremo de todo deber.

2.º Otro hombre se ve apremiado por la necesidad a pedir dinero en préstamo. Sabe perfectamente que no podrá pagar, pero sabe también que nadie le prestará nada como no prometa formalmente devolverlo en determinado tiempo. Siente deseos de hacer tal promesa, pero aún le queda conciencia bastante para preguntarse: ¿no está prohibido, no es contrario al deber salir de apuros de esta manera?
Supongamos que decida, sin embargo, hacerlo. Su máxima de acción sería ésta: cuando me crea estar apurado de dinero, tomaré prestado y prometeré el pago, aun cuando sé que no lo voy a realizarlo nunca.
 Este principio del egoísmo o de la propia utilidad es quizá compatible con todo mi bienestar futuro. Pero la cuestión ahora es ésta: ¿es lícito esto? Transformo, pues, la exigencia del egoísmo en una ley universal y propongo así la pregunta: ¿qué sucedería si mi máxima se convirtiese en una ley universal? Enseguida veo que nunca puede valer como ley natural universal, ni estar de acuerdo consigo misma, sino que siempre ha de ser contradictoria, pues la universalidad de una ley que diga que quien crea estar apurado puede prometer lo que se le ocurra proponiéndose no cumplirlo, haría imposible la promesa misma y el fin que con ella pudiera obtenerse, pues nadie creería en tales promesas y todos se reirían de tales manifestaciones como de un vano engaño.

3.º Una tercera persona encuentra cierto talento en su interior, lo que, con la ayuda de alguna cultura, podría hacer de él un hombre útil en diferentes aspectos. Sin embargo, se encuentra en circunstancias cómodas y prefiere ir en búsqueda de placeres a esforzarse por ampliar y mejorar sus afortunadas capacidades naturales. Pero se pregunta si su máxima de dejar sin cultivar su talento natural, aparte de coincidir con su tendencia a la pereza, se ajusta además a lo que se entiende por deber.
Y entonces ve que bien puede subsistir una naturaleza que se rija por tal ley universal, aunque el hombre (como hacen los habitantes de los mares del Sur) deje que se enmohezcan sus talentos y entregue su vida a la ociosidad, al regocijo y a la reproducción; en una palabra, al disfrute; pero no puede querer que ésta sea una ley natural universal o que se hallé impresa en nosotros por algún instinto natural. Pues, en cuanto ser racional, necesariamente quiere que se desarrollen todas las facultades en él, porque le han sido dadas y le sirven para toda genero de propósitos posibles.

4.º Una cuarta persona, a quien le van bien las cosas, ve a otros luchando contra grandes dificultades. Él podría ayudarles, pero piensa: ¿a mí qué me importa? ¡Que cada uno sea lo feliz que el cielo le conceda o él mismo quiera hacerse; nada voy a quitarle, y ni siquiera le tendré envidia; no tengo ganas de contribuir a su bienestar o a su ayuda en la necesidad!
 Ciertamente, si tal modo de pensar fuese una ley universal de la naturaleza, podría muy bien subsistir la raza humana, y, sin duda, mejor aún que charlando todos de compasión y benevolencia, poniéndolas por las nubes e incluso ejerciéndola en ocasiones, pero también engañando en cuanto se tiene la oportunidad, traficando con el derecho de los hombres, o lesionándolo de varias maneras varias.
Pero bien, sea como fuere, aun cuando sea posible que aquella máxima se mantenga como ley natural universal, es imposible, sin embargo, querer que tal principio valga siempre y por todas partes como ley natural, pues una voluntad que así lo decidiera se contradiría a sí misma, ya que podrían suceder algunos casos en que necesitara del amor y compasión de los demás, y entonces, por la misma ley natural originada en su propia voluntad, se vería privado de toda esperanza de ayuda.

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